Por Inés Martín Rodrigo,
12 de noviembre de 2018, ABC Cultura (España).
Las ideas geniales suelen aparecer en los sitios más insospechados, de la ducha al cuarto de baño. A Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), la inspiración para su última novela le llegó caminando. La escritora argentina había quedado a comer con su padre, en su ciudad natal, y se le encendió esa bombilla que puede pasarse años sin iluminar. En su imaginación, había dado con los «kentukis», unos dispositivos tecnológicos, a medio camino entre los peluches y las mascotas, manejados por personas completamente anónimas.
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